El cuento del guisante y la rana.
Un día un guisante sabio se encontró a una ranita que no dejaba de llorar sentada de espaldas al rio.
El guisante se acercó y le preguntó:
_ Por qué lloras, ranita?
La ranita, sin levantar la cabeza y entre sollozos, le dijo:
_Lloro porque no puedo abrir mi corazón y amar...
El guisante se quedó en silencio, a su lado, la ranita lloraba y lloraba, al rato le preguntó:
_ Por qué no puedes abrir tu corazón, ranita?
_ Porque me duele tanto teniéndolo cerrado que si lo lo abro no lo voy a poder soportar...
El guisante sabio le levantó la cabeza y mirándole a los ojos le dijo:
_ Igual sólo duele porque está cerrado, igual si lo abres deja de doler.
La ranita bajó la cabeza pero dejó de llorar. El guisante sabio cogió su sombrero y echó a andar.
La ranita levantó la cabeza y le vió alejarse hasta desaparecer.
Un día un guisante sabio se encontró a una ranita que no dejaba de llorar sentada de espaldas al rio.
El guisante se acercó y le preguntó:
_ Por qué lloras, ranita?
La ranita, sin levantar la cabeza y entre sollozos, le dijo:
_Lloro porque no puedo abrir mi corazón y amar...
El guisante se quedó en silencio, a su lado, la ranita lloraba y lloraba, al rato le preguntó:
_ Por qué no puedes abrir tu corazón, ranita?
_ Porque me duele tanto teniéndolo cerrado que si lo lo abro no lo voy a poder soportar...
El guisante sabio le levantó la cabeza y mirándole a los ojos le dijo:
_ Igual sólo duele porque está cerrado, igual si lo abres deja de doler.
La ranita bajó la cabeza pero dejó de llorar. El guisante sabio cogió su sombrero y echó a andar.
La ranita levantó la cabeza y le vió alejarse hasta desaparecer.